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En 1915, Le Corbusier publicó la Maison Dom-ino [a], un proyecto fundacional
de la arquitectura Moderna, que manifestaba el nacimiento de la planta libre y que
celebraba la libertad que ésta ofrecía a los arquitectos, al independizar y segregar
los subsistemas de la fachada envolvente y las divisiones interiores, del subsistema
estructural formado por pilares y forjados de losa plana.
El desmontaje del cuerpo arquitectónico moderno tuvo otro importante impulso
con la Teoría General de Sistemas (TGS, 1950) de L. von Bertalanffy, quien
partiendo del estudio de organismos vivos, construyó una meta-teoría [4] en la
que se definía el concepto de sistema para encontrar leyes de valor general, con
las que describir e interpretar toda clase de entidades físicas, proporcionando una
comprensión científica más completa y compleja de la realidad. Su coincidencia
con la reconstrucción europea de postguerra, hizo que la TGS encontrara aplicación
en el auge de la prefabricación y el proceso industrializador de la construcción,
lo que daría lugar a la implantación del concepto de ‘sistema constructivo’. Con
aquél se trataba de organizar las distintas partes de un edificio y sus relaciones,
y se podían dividir a su vez en subsistemas, según su grado de complejidad. Así,
antes de construirse un edificio se desmontaba conceptualmente en conjuntos de
componentes, listos para fabricarse y ensamblarse, algo radicalmente diferente
de la construcción tradicional. Los sistemas se denominarían ‘cerrados’ cuando la
relación entre sus componentes se limitaba a la estrictamente dictada por el catálogo;
‘mecanos’ cuando el sistema permitía múltiples combinaciones y disposiciones de
sus componentes, sin salirse del catálogo del sistema; y ‘abiertos’ cuando resultaban
de la combinación de varios sistemas constructivos, basándose en acuerdos de
compatibilidad entre fabricantes.
Habraken publicó a principios de los años 60 su Teoría de soportes [5], concebida
para aplicarse al proyecto de vivienda colectiva tan necesaria en aquella postguerra.
En ella declaraba que el arquitecto debía ocuparse de definir el mínimo número de
elementos permanentes o fijos necesarios -aquellos sobre los cuales, los usuarios
no tienen capacidad de modificación- para permitirles a su vez, el máximo de
opciones de cambio posibles durante la vida útil de sus viviendas. Por primera
vez, se segregaba sistemáticamente el objeto arquitectónico [6], según unas fases
o “niveles de control” ejercidos por parte del arquitecto y del habitante: el soporte
[7] tenía que ver con la capacidad de organización espacial y las cualidades
infraestructurales de un edificio: accesos, circulaciones, estructura y distribución de
servicios, era aquello más permanente o duradero del conjunto y era competencia
exclusiva del arquitecto o equipo técnico; las unidades separables, o infill incluían
todo aquello en lo que el habitante podía tener capacidad de decisión y que era
modificable en el tiempo, como paredes divisorias, acabados y equipamientos de la
vivienda. Habraken devolvía así al habitante la libertad de decisión y acción sobre su
propia vivienda.
Para explicar el concepto de soporte e infill, se valía en 1964 de un símil según
el cual [b], el sistema de transporte y el sistema de vivienda resultaban de una
suma: ‘viario + medios de locomoción’ en un caso, e ‘infraestructura + medios de
habitación’ en el otro [8]. Los vehículos son más diversos en tipos y tamaños, pero
menos duraderos al experimentar variaciones en muy poco tiempo. La autopista
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