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Desde luego que aún es pertinente y útil, sobre todo en las ciudades. Nos parece
            que la densificación de las ciudades no debe ser un mal pretexto para disminuir el
            espacio individual y que, al contrario, la densidad debe permitir más cosas en menos
            espacio de suelo.
            DGS: Habraken y otros arquitectos de los años sesenta pretendían incorporar al
            usuario en el proceso de diseño. ¿Cree en la necesidad de incluir al habitante en
            el proceso de diseño? ¿O es algo que necesita separarse del proceso de diseño, y
            mantenerse dentro de la "caja negra" de nuestra disciplina?

            AL: Partiendo de la idea de que el objetivo principal de la arquitectura es la de
            ser habitada, es fundamental pensar en el habitante. Su implicación es importante
            desde un rol de usuario: no haciendo el proyecto, sino precisando sus deseos y
            necesidades.

            Aunque a veces es posible trabajar con él directamente, cuando no lo es –en
            viviendas de alquiler, por ejemplo- la generosidad del espacio permite que el usuario
            encuentre su lugar y pueda jugar ese rol posteriormente.

            La mayoría de los proyectos de transformación que hemos realizado han sido en
            un lugar ocupado; es decir, los habitantes estaban ahí y han permanecido durante
            todo el proceso. En este caso, han sido integrados como un cuarto socio, además del
            cliente, el arquitecto y la empresa.

            JGG: ¿Dónde cree que debería terminar el trabajo del arquitecto? ¿Cree que
            proporcionando la estructura, las circulaciones y los sistemas generales es
            suficiente? En este sentido, ¿dónde termina la libertad del habitante?

            AL: No creo que sea tanto una cuestión de nivel de acabado, sino más bien de
            concepción y de generosidad del espacio. Podríamos hacer una vivienda muy
            terminada y que, a su vez, estuviera muy abierta a la libertad y la apropiación; o, por
            otro lado, una vivienda que requiriera finalizarse y que fuera estúpida.
            La libertad del habitante no es sólo la posibilidad de fabricar sus tabiques o elegir
            dónde pone su habitación, sino que está en la actitud: en poder desplazarse, poder
            comer en cuatro espacios diferentes, en abrir, cerrar, salir al exterior… Esta es la
            verdadera libertad.
            Al elegir dónde colocar el tabique de su habitación, quizá el usuario no tenga
            muchas opciones, ya que el espacio es limitado. Se debería reflexionar cómo
            disminuir las restricciones que imponen una determinada utilización.
            En mi opinión, deberíamos preguntarnos dónde debe terminar la arquitectura para
            dejar lugar a la libertad del habitante.

            DCC: Esto se puede ver en la manera en el que mostráis la arquitectura. Se puede
            comprobar cómo, en las fotos de la Ciudad Manifiesto de Mulhouse, donde todas las
            viviendas son habitadas de manera diferente.




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