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Los aspectos tecnológicos son claros aceleradores de este proceso de cambio.
Internet es un potenciador de las comunicaciones y facilitador de las redes sociales.
Además hoy contamos con unas herramientas gráficas que allanan el camino
de los no expertos hacia el diseño, acercándolos a dibujar más fácilmente e
incluso a realizar prototipos, físicos y tangibles. A esto se suma el desarrollo de la
industrialización, que induce inevitablemente hacia una mayor sistematización en
los procesos constructivos y simplifica el acceso de los no especialistas a productos
y componentes más acabados.
Esto nos ayuda a ver que la participación de múltiples agentes en las tareas del
proyecto arquitectónico actualmente es una realidad posible, no una utopía. La
arquitectura no tiene el mismo rol que en un pasado inmediato. El proyecto como
visión única, masculina y singular, ha evolucionado hacia una herramienta de
organización, no unidireccional e incontestable sino multidireccional y debatible. Se
han ampliado los actores y por tanto las interacciones.
Todas estas cuestiones son las principales razones por las que el debate de la
participación está de nuevo en el aire y todas ellas inciden en acciones importantes
para los arquitectos: intermediar, dibujar y construir.
Es urgente encontrar ideas que adapten la arquitectura a este nuevo medio. Hoy los
arquitectos tenemos que ser capaces de incluir un amplio espectro de actores y a
la vez mantener la complejidad de nuestra disciplina, sin infantilizarla. Y tenemos
que hacer esto en un entorno en el que nuestra visibilidad, como autores sociales,
se reduce progresivamente. Hay que estar atentos porque, aunque reducción no
significa necesariamente menor intervención (no es en principio una mala noticia), si
no lo hacemos nosotros, otros lo harán y entonces nos encontraremos colaborando,
tangencial y superficialmente, en una arquitectura sin consistencia. En mi opinión,
buscar nuevas estrategias en este contexto es uno de los retos más fascinantes de
la arquitectura contemporánea.
Lo más interesante es que es en el proyecto donde está el campo de batalla y
esto es precisamente lo que mejor dominamos. Es ahí donde podemos introducir
las adaptaciones a este nuevo paradigma. Por eso hay que empezar desde la
universidad y desarrollar sistemas de aprendizaje que cambien la manera de
proyectar. El propósito pedagógico de Colaboratorio es liberarnos de la rutina que
todavía prevalece en las universidades, empeñadas en enseñar a proyectar de la
misma manera que lo hacían los maestros de la modernidad. Aquellos arquitectos
que controlaban todos los niveles del edificio, desde lo urbano, la edificación,
el diseño interior o la decoración. Ahora la situación no es nada parecida, esa
integración está obsoleta y, como propone Habraken, ha de ser revisada porque “la
tendencia hacia una mayor complejidad técnica y el mayor tamaño de los edificios
continua. Los edificios son, cada vez más, entidades ambientales de múltiples
niveles intrincados” [2]
Este texto reflexiona sobre estos asuntos desde la pedagogía y explora el desarrollo
de nuevas capacidades para los arquitectos del futuro.
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