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sino entre muchos otros subsistemas. Cada subsistema estaría definido por aquellas
partes con su propio proceso de diseño, proceso productivo y tiempo de vida.
Si pudiéramos organizar el proyecto así, desde lo más permanente hasta lo más
efímero, estos subsistemas podrían ser reemplazados sin que el resto sufriera apenas
debido a estas modificaciones.
Si además de separar estas cuestiones constructivas pudiéramos aislar más
elementos y configuraciones, incluso acciones y actores, podríamos pensar en la
reconfiguración o reversibilidad de estos de manera aislada. Abriendo el camino
hacia la resilencia, la sostenibilidad social y la arquitectura participativa y
cambiante.
“Un edificio no es algo que terminas, es algo que empiezas” [3]
Aprender a proyectar separando
Siguiendo estas ideas, la investigación docente que a nosotros nos interesa no
está solo en incorporar a otros, produciendo una arquitectura que bien pudiera ser
convencional, sino en aprovechar la incorporación de estos y de las posibilidades de
la cultura Open Building para desarrollar una arquitectura más futurible y versátil,
más cercana a procesos reversibles. Una propuesta donde la inteligencia colectiva,
las tecnologías de comunicación y la industrialización juegan un papel fundamental.
Estos asuntos son los que intentamos llevar a la práctica docente en CoLab. Para
aprender a proyectar así, incorporando la opinión de muchos y manteniendo la
intensidad, se requiere el desarrollo de al menos cuatro capacidades: coordinar las
incorporaciones, identificar e independizar los subsistemas separables, dar ritmo a la
comunicación y re-ensamblar de manera consistente.
1_ Coordinar las incorporaciones / aceptar entradas de distintas categorías
Esto significa aceptar, digerir y coordinar la simultaneidad y la diferencia. Para
conseguir este objetivo lo primero que se necesita es perder el protagonismo
absoluto. Como propone Nicolás Bourriaud se trata de “inscribir la obra de arte
(en nuestro caso: la obra de arquitectura) en el interior de una red de signos y de
significaciones, en lugar de considerarla como una forma autónoma u original. Ya no
se trata de hacer tabla rasa o crear a partir de una material virgen, sino de hallar un
modo de inserción en los innumerables flujos de la producción.“ [4]
Es más, conviene practicar la habilidad de desarrollar ideas ajenas. Cosechar las
ideas de otros es muy útil para aligerar la importancia de las propias y, a cambio,
desarrollar mecanismos de progreso, de combinación, de desvío en los problemas
y, en definitiva, de incremento de complejidad. Procedimientos de proyecto mucho
más eficaces que la excesiva autoría y procesos pedagógicos bastante divertidos:
cojo una idea de otro y la hago mía.
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