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De la colaboración a la reversibilidad.
            Trabajando subsistemas separables
            Almudena Ribot






            Ha habido dos grandes momentos en los que la arquitectura se ha cuestionado
            seriamente su relación con la sociedad. Los años 60´s y el momento actual. En
            ambos casos las condiciones son comparables y tienen que ver con la aparición
            de nuevos modelos sociales, que alteran la relación que los ciudadanos han
            tenido hasta ese momento con los objetos que les rodean y con un rápido avance
            tecnológico, que abre nuevas maneras de intermediación  entre sociedad y
            arquitectura.
            Los 60´s son un punto de inflexión. Después del trauma colectivo que supuso la
            reconstrucción postguerra, la modernización va a toda velocidad. Nace la sociedad
            del bien estar y la cultura del ocio, llega la buena vida y la sociedad de consumo.
            Los ciudadanos se comprometen, más que antes, en cuestiones políticas  y aparece
            una nueva responsabilidad en la distribución de la riqueza. El avance tecnológico
            también es rapidísimo: se crean grandes infraestructuras públicas, nuevas acciones
            colectivas en lo que antes eran actividades privadas, y no es casualidad que sea
            en esta década cuando irrumpe la cibernética y la creación de los materiales
            ligeros (plásticos, fibras...). Todo esto propicia que surja una nueva generación
            de arquitectos que se replantea su relación con los usuarios y de estos con sus
            viviendas. Estos nuevos arquitectos, claramente más sociólogos y tecnólogos que
            los anteriores, se cuestionan la rigidez y uniformidad del mass construction de la
            postguerra  y el exceso de anonimato de los usuarios finales, buscando modelos más
            participativos y proponiendo alternativas a lo establecido.

            Actualmente las circunstancias son semejantes, tanto desde el punto de vista
            social como desde el tecnológico. Los ciudadanos del s. XXI exploramos nuevas
            relaciones con los objetos que nos rodean y adquirimos. Tratamos de evitar a los
            intermediarios aparentemente innecesarios y en muchas ocasiones incluso somos
            nuestros propios productores. El famoso acrónimo prosumer **(unión de la palabras
            inglesas consumer + producer) explica muy bien cómo se han difuminado las
            fronteras y cómo todos pretendemos participar más activamente en la producción
            de nuestros objetos de consumo. No se trata solo de una cuestión de diseño, es
            decir de personalización o de identificación con el producto final,  la cuestión va
            más allá: existe un interés claro por el control económico y de gestión, en el sentido
            más amplio de los términos, de los productos o experiencias que queremos adquirir.
            La arquitectura no es ajena a esto y, como cualquier disciplina que interrelaciona
            personas y objetos,  está puesta en duda por lo que necesita repensar su modelo
            actual  y redefinir cuál puede ser su interés social. “Todas las instituciones que
            trabajan en mediación tienen que renovar su legitimidad y todas aquellas que no
            añadan valor nos las llevaremos por delante.” [1]



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