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la necesidad de una arquitectura en la que los distintos sistemas converjan en
soluciones integradoras [3]— despliega un entendimiento de la construcción que es
ecológicamente más intensa, estableciendo una relación más directa y deliberada con
el medio. Aunque es cierto que una multiplicidad de sistemas resta control
al funcionamiento climático de un edificio, también es cierto que la división en
capas de distinta durabilidad permite agotar los ciclos de vida de los sistemas
materiales, amortizando al máximo la inversión en materia y energía de cada uno
de ellos. Además estos estratos permiten conocer con mayor precisión la logística
de materiales, permitiendo que sea diseñada como una parte más del proyecto.
Por otro lado estas distintas capas evitan la creación de monstrous hybrids, [4]
permitiendo que los materiales se puedan re-introducir bien en los ciclos naturales o
los industriales al evitar la combinación de los nutrientes técnicos con los biológicos.
Estas cuestiones permiten que la arquitectura establezca una conexión entre edificio
y geosfera más compleja e intensa, posibilitando que el open-building se conecte con
los metabolismos materiales de mayor orden en los que está imbricado.
Interacción ambiental: tiempo atmosférico
Cualquier edificio como constructo espacial y material, cuando interactúa con el
clima de un lugar, genera un ambiente concreto tanto en su interior como en su
entorno más próximo. Dependiendo de su forma, de sus sistemas materiales y de su
textura, o de su relación con el suelo, interacciona con los flujos de energía presentes
en un lugar —la radiación solar o la presión del viento, por ejemplo— para generar
una atmósfera concreta.
Cuando Habraken definió la teoría de soportes en los años sesenta, el open-
building no entró en la cuestión climática. Conceptualizado como una reacción a
la repetitividad y sistematización de la vivienda resultante de la Carta de Atenas,
la propuesta de Habraken se concentró en buscar alternativas que permitieran
reintroducir la vida cotidiana en la vivienda. Con un discurso característicamente
moderno centrado en optimizar un único asunto, la propuesta de Habraken obvió
cuestiones como la adaptación al clima que actualmente necesitan ser incorporadas.
Es importante señalar que la diferenciación entre soporte e infill, tal y como la
entendió Habraken, propone un modelo de arquitectura que es en cierta medida
incompatible con su adaptación climática. La interacción entre clima y edificio
se apoya en cuestiones muy concretas como la estructura espacial o los sistemas
materiales que sin embargo, en la propuesta de Habraken quedaban abiertos a la
interpretación del usuario al considerarlos infill, y por tanto eran enajenados de una
modulación climática que se debe realizar a la escala de global del edificio. Por
ejemplo, en la propuesta de Habraken la envolvente no formaba parte del soporte,
siendo definida por cada usuario en función de sus necesidades, y por tanto siendo
entendida como infill. Sin embargo la envolvente de un edificio —en cuestiones
como su grado de compacidad o de porosidad, o en su conductividad o capacidad
calorífica— es un elemento de gran relevancia en la interacción atmosférica de un
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